domingo, 24 de mayo de 2020

Cabrones y solidarios



Esos cabrones, responsables políticos que se autodenominan de Estado, que actúan como lo que son, buitres, que lo único que hacen es estar en contra de lo que decida el gobierno, con una única finalidad, erosionar su imagen, a pesar del estado crítico por el que estamos pasando.

Esos cabrones, responsables de medios de comunicación, que siguen en su línea de proteger a sus empresas anunciadoras, pretendiendo obtener los máximos beneficios de esta situación en modo de publicidad, faltando a su obligación de objetividad, engañando a su audiencia y lectores.

Esos cabrones que inventan bulos, tan dañinos para la sociedad en su conjunto y que tanto mal hacen para quienes lo creen, con el único objetivo de sentirse felices por un rato, cuando comprueban como han hecho virales sus viles mentiras.

Esos cabrones, que ganan millones de euros al año, y en esta situación tan complicada intentan lavar su imagen, con la ayuda de algún medio amigo, diciendo que han donado miles de mascarillas ... aunque no dicen que están valoradas en muy pocos miles de euros.

Esos cabrones, que se llaman comerciantes, pero que son agoniosos del dinero, que están aprovechando para hacer negocio vendiendo mascarillas, guantes o geles, a un precio que multiplica por diez, su valor de mercado.

Esos cabrones, con empresas que tienen millones de beneficios, que aprovechan las medidas del gobierno en esta angustiosa situación, para despedir a parte de sus empleados haciendo medias estructurales, que nada tiene que ver con la pandemia.

Vosotros cabrones, que sois ruines, pero sois una minoría asquerosa, porque afortunadamente, la inmensa mayoría de los españoles no tiene nada que ver con vosotros.

Afortunadamente la gran mayoría de nuestra sociedad, es lo que están demostrando día a día, hora a hora, los profesionales de la salud pública, como Luis, que cogió el maldito virus y lo único que quería era pasar pronto la cuarentena, para volver a la UCI e intentar sanar a quienes allí estaban.

Afortunadamente, la gran mayoría de nuestra sociedad se comporta como Raúl, que cada día le deja en la puerta de la casa de Raquel, una abuela que vive sola y a la que no pueden visitarla ni sus hijos ni sus nietos, una bandeja con comida, ... con una flor.

Afortunadamente, mi país se representa en esas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que ante una llamada de una madre con un hijo con cáncer en el día de su cumpleaños, acuden rápido a esa casa y con las sirenas a todo volumen le cantan su cumpleaños feliz, mientras veíamos a la teniente Laura saludando y con lágrimas en los ojos.

Afortunadamente, los valores de la solidaridad se refleja en Reme, una voluntaria de la Cruz Roja, que a las siete de la tarde deja a su marido y a sus hijos para ofrecerle una cena a quienes no tienen ni donde, ni que comer.

Afortunadamente, este país está repleto de personas como Adrián, que afirmaba que ahora más que nunca tenía que ir todos los días al supermercado, y trabajar todas las horas necesarias, para reponer las estanterías, para que nada le faltara a los vecinos de su barrio.

Afortunadamente, me siento identificado con esos miles de docentes, como Inés, que a sus sesenta años explicaba que llevaba muchos días intentando aprender a impartir sus clases on line, para poder explicarles a sus alumnos la inducción electromagnética, ya que tenían que ir bien preparados a selectividad.

Un país de claroscuros, donde hay miles de cabrones que, he de reconocerlo, me gustaría verlos necesitados, y donde hay millones de gentes, solidarias que dan lo que tienen y a los que solo puedo darle mi gratitud y admiración.

Lloro de rabia cuando veo a los hijos de puta que quieren obtener réditos, en votos o en euros, de esta situación, pero me siento infinitamente recompensado cuando lloro de emoción viendo a esos benditos españoles que ofrecen su tiempo, su dinero, su ilusión por hacer feliz a nuestros mayores ... aún pudiendo contagiarse, o lo que es más duro, pudiendo contagiar después a su familia.

En estos momentos de encierro y de reflexión, estoy convencido de que quiero ver fuera de mi país a los primeros, y darle las gracias, millones de gracias, infinitas gracias, a los segundos.

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