domingo, 7 de febrero de 2021

Hoy es 7 de febrero

Hoy es domingo, pero un domingo muy raro. Todo a mi alrededor está alterado, todo son carreras, voces, vecinos buscando a sus hijos, familias cargadas de bultos, huyendo de sus casas.

Yo quería ir a buscar a Juanito y a Paco para jugar, como todos los domingos, pero mi mamá no me ha dejado. Llevamos unos meses muy mal, desde que mi papá se fue a defender a la República y la Democracia, como dice mi mamá, todo ha cambiado. Ya no somos felices, ya no estamos tranquilos, ya no hablamos con casi nadie, ya casi no voy al cole, ya no me deja salir de casa, …, y hasta pasamos hambre.

Hoy es domingo, 7 de febrero de 1937, y aunque solo tenga cinco años, veo que no es normal todo lo que está sucediendo. Veo un continuo trajín de mujeres entrando y saliendo, veo a mi madre como llora al mirarme. Hoy es un simple 7 de febrero, pero parece que es el último día de la humanidad.

Se abre la puerta y entra mi tío Antonio, le dice a mi mamá que lo acompañe a la cocina. Cierran la puerta, pero me voy a escuchar lo que dicen. Tengo frío, estoy asustado, ¿qué está pasando?

Mi tío dice, escucha Enriqueta, mañana llegarán a Málaga unos 25.000 soldados fascistas, son alemanes, italianos, moros y los nacionales. El general Queipo de Llano ha dicho que arrasarán Málaga, que violarán a las mujeres y que matarán a los hombres que hayan tenido algo que ver con la República.  Tienes que irte, por aquí todos saben que tu marido es socialista e irán a por tí. Coge a Rafalito y vete, vete ya, por la carretera de Almería, no cojas nada, sólo al niño, y vete. ¿Me has escuchado?, vete ya, le dijo, gritando esto último.

Yo empecé a llorar, salieron y me vieron acurrucado al lado de la puerta, llorando y sin entender nada, pero con una sensación de que se acababa el mundo, ... y no sabía la razón, de toda aquella sin razón.

Mi tío Antonio se despidió, le dijo a mi mamá que se iba a esconder en un cortijo de Alhaurín, volvió a insistir en que nos fuéramos ya, y él se fue, literalmente, corriendo.

Vámonos, me dijo mi mamá. Hijo mío, nos tenemos que ir, me volvió a decir, acariciándome el pelo. Coge los zapatos y el abrigo, y nos vamos.

Pero, ¿a dónde?, ¿cómo?, ¿por qué?, …, le preguntaba, sin tener ninguna respuesta, ya que ella estaba cogiendo una sábana, metiendo cosas dentro y haciendo una especie de saco con ella.

Rafalito, ¿me has escuchado?, que nos vamos ya, haz lo que te he dicho, me repitió, esta vez a gritos. Yo estaba paralizado, no podía moverme, tenía solo cinco años, pero me daba la sensación que a partir de ese día nunca nada sería igual. Me sobrepuse como pude, e hice lo que me dijo, cogí los zapatos y me puse el abrigo.

A continuación me dijo que me quedara allí quieto, sin moverme de la silla y salió al patio. Escuché como se abrazaba y lloraba con la Paca, con Carmen, con Isabel, …, llorando volvió a la casa, me agarró de la mano, tiró de mi con fuerza, y llorando, ahora los dos, nos fuimos de nuestra casa, sin mirar hacia atrás y sin saber si alguna vez volveríamos a verla, o incluso, si volveríamos a ver amanecer un nuevo día.

A partir de ahí viví, la semana más trágica que se pueda vivir, la semana que nunca olvidaré, aunque tuviera quinientos años, la que me hizo hacerme adulto, sin pasar por la niñez, la que he recordado cada una de las noches de mi vida, y que estoy seguro que recordaré, en las que me quede por vivir.

Fueron siete días de horror, de espanto, de pánico, de sangre, de violencia, de muerte, de desgarros familiares, de un lloro continuo que hacía imposible escuchar cualquier otra cosa que no fueran gritos o bombas. Bombas de aviones, bombas de barcos, sonido de ráfagas de disparos hacia nosotros.

Nunca, nada ni nadie, podrá imaginar algo más espantoso que ver como matan a miles de mujeres que huían corriendo y desesperadas, cubriendo con sus cuerpos a sus hijos y ancianos padres, para salvarlos de la muerte y ser ellas quienes morían.

Así fue, así pasó, así lo sigo viviendo todos los días en mi cabeza. Machaconamente, repetitivamente.

Salimos corriendo para el centro de Málaga, nosotros vivíamos en lo que ahora es Dos Hermanas. Yo pensé que íbamos al centro, a casa de mi tío Federico, pero me equivoqué, no pasamos por el centro, nos dirigimos por el puerto, camino a algún lugar que yo no conocía, que nunca pasé por allí, …, pero no estábamos solos, no.  Aquello, efectivamente, era un auténtico éxodo de malagueños que corrían a ninguna parte.

Aquella situación era dantesca, decenas de miles de personas nos agolpábamos por esas pequeñas calles, casi corriendo, y casi todos teníamos la misma fisonomía. Mujeres cogiendo a sus hijos de las manos, con sus ancianos padres y madres al lado y llevando, casi con los dientes, algunas pertenencias que se negaban a dejar olvidadas.

Decenas de miles de niños que no sabíamos la razón de aquello, que solo íbamos corriendo por una carretera que no sabíamos a donde nos llevaba, en un estado de dolor, de rabia, acompañado del sufrimiento de los mayores.

Una carretera que no sabíamos a dónde conducía, ... maldita carretera de Almería.

Maldita carretera en la que vi, con mis cinco años, morir a cientos de personas, mujeres jóvenes, niños pequeños, dulces ancianos. Vi desangrarse a un niño, mientras mi mamá intentaba socorrerlo, vi muchos trozos de cuerpos humanos dispersos por esa maldita carretera.

Sentí lo que es el infierno. Quise morir, quería pararme y que aquello terminara de una vez.

En esos días se regó de sangre la carretera de Almería.

Columnas italianas, aviación alemana, buques de guerra nacionalistas. Fascistas europeos unidos para masacrar, literalmente, a miles de indefensos malagueños que huíamos sin nada, con el único objetivo de salvar lo poco de vida que nos quedaba.

Nos bombardeaban desde el cielo, nos bombardeaban desde el mar. Las bombas caían cerca nuestra, pero afortunadamente, ni a mi mamá, ni a mí nos alcanzaron. Pero desgraciadamente vimos como alcanzaron, hirieron, desangraron, destrozaron, rompieron, …, mataron, a miles de personas, que lo único que hacían era, al igual que nosotros, huir de esa barbarie.

Ha sido lo peor que yo he vivido, y sigo viviendo, ha sido lo peor que ha pasado en la atroz Guerra Civil española, …, quizás ha sido lo peor que puede vivir un niño, ... una persona.

Todavía cierro los ojos y veo aquellas escenas. Aquellas escenas que se repetían día a día, y que solo nos dejaba descansar un rato en las frías, heladas, noches a la intemperie, de aquel febrero de hace 84 años.

Escenas que se componían de un ritual muy simple, intentar matar a los malagueños que huíamos por la carretera de Almería. Matarnos con bombas, bombas que provenían de barcos y de aviones. Todo un despliegue fascista para matar a pobres indefensos que corríamos sin mirar hacia atrás, sin disponer de un solo tirachinas con el que poder defendernos de esos barcos de guerra y aviones que nos ametrallaban desde el mar y el cielo.

Nosotros llegamos a Almería, y después a Barcelona, y salvamos la vida, pero lo que nunca podremos es dejar de pensar en lo que vivimos, y lo que nunca, nunca, nunca quiero es que olvidemos a los miles de malagueños que fueron exterminados en esa puñetera carretera.

Que la memoria prevalezca, y recordemos siempre a las decenas de miles de malagueños y malagueñas que tuvieron que huir de la barbarie fascista por la Carretera de Almería, la gran mayoría de ellos, por el simple hecho de defender la legitimidad democrática, la república y los valores de izquierdas.

Que la memoria prevalezca, pero también exijo que algún día cercano se haga justicia.

Por ellos, siempre, siempre, mi más sincera admiración, homenaje, reconocimiento y declaración de que siempre, siempre, los tendremos entre nosotros y los recordaremos como héroes.

Esto solo ha querido ser unas líneas de homenaje en el día de hoy, 7 de febrero, a mi padre, Rafael Fuentes Aragón, y a mi abuela, Enriqueta Aragón Benítez, recordando lo que tuvieron que pasar, cuando siendo demasiado niño mi padre, y demasiado joven mi abuela, tuvieron que huir por ese infierno de la Carretera de Almería.

Y a mi abuelo, al que nunca lo conocí, porque lo mataron defendiendo la LIBERTAD, la DEMOCRACIA y la REPÚBLICA.


(Lo escribí hace tiempo, y quiero recordarlo todos los 7 de febrero)


martes, 2 de febrero de 2021

PSOE de Andalucía: renovar o vegetar

Recuerdo la preocupación de militantes socialistas y andaluces progresistas, cuando en la noche del 2 de diciembre de 2018, todo indicaba que las derechas del PP y Ciudadanos, con la ultraderecha de Vox, iban a gobernar en Andalucía, convencidos que desmontarían muchas políticas de igualdad, de solidaridad y el Estado del Bienestar, que habían consolidado distintos gobiernos socialistas.

Los titulares de los periódicos eran tajantes: “La hecatombe del PSOE abre la puerta a un gobierno de la derecha”, “El PSOE se hunde”, “El peor resultado del PSOE y el mejor de la derecha”.

Recuerdo el Comité Director del PSOE de Andalucía, celebrado posteriormente a dichas elecciones, porque lo que pasó fue el retrato de la situación en la que estaba, y sigue estando, mi partido.  Al entrar la Secretaria General, Susana Díaz, se pusieron de pie casi todos los presentes, aplaudiéndola incondicionalmente, como si hubiéramos obtenido una gran victoria.

Pero habíamos perdido 400.000 votos, pasando de tener la confianza de 1,4 millones de andaluces y andaluzas, a solo 1 millón, perdiendo el 30 % de los votos y obteniendo los peores resultados de la historia.

No podía entender nada.  Imaginaba una empresa que hubiera perdido el 30% de sus clientes, que su marca hubiera bajado vertiginosamente, que ofreciera menos confianza, que por primera vez las marcas competidoras la superaran, y no podía imaginar que sus accionistas se pusieran de pie aplaudiendo al equipo gestor.

Posteriormente hablaron 22 personas, expresando todos, menos uno, la alegría por los resultados electorales, el gran liderazgo de Susana Díaz, su optimismo porque el PSOE iba a seguir gobernando y ofreciendo todo su apoyo a la dirección socialista andaluza, con aplausos del resto de asistentes.

Todos menos uno, que fui yo, que manifesté mi seguridad de que por primera vez íbamos a perder el gobierno de la Junta de Andalucía, que me sentía triste porque la derecha y ultraderecha iban a destruir políticas sociales que con tanto trabajo se habían consolidado.  Señalé que habíamos perdido miles de militantes, apoyo social y presencia en los colectivos sociales.  Dije que estaba convencido que esa pérdida de confianza seguiría, si no se producía una renovación en la estrategia y en la dirección del partido.  Terminé diciendo que renovábamos acciones y personas, o vegetaríamos.

Dije lo que pensaba, con la libertad de quien no tiene nada que perder, ni quiere ganar nada.  Eso mismo lo dije insistentemente dos años antes, lo afirmé claramente en aquel foro y lo sigo pensando ahora.

Pensaba, y sigo pensando, que hay que actualizar el discurso socialista andaluz y no se ha producido ningún atisbo de adaptación.

Pensaba, y sigo pensando, que la actual dirección socialista representa el continuismo de una etapa donde una parte mayoritaria del electorado decidió que pasara a la historia.

Pensaba, y sigo pensando, que la militancia, el gran activo del partido socialista en Andalucía está olvidada, convirtiéndose en una organización de cargos públicos.  La militancia debe ser el centro de la acción política, y actualmente está abandonada.

Pensaba, y sigo pensando, que la ciudadanía está perpleja comprobando como determinadas personas pasan décadas de un puesto institucional a otro.

Pensaba, y sigo pensando, que hay que trabajar por integrar y no por excluir.

Pensaba, y sigo pensando, que es necesario un nuevo proyecto con nuevas personas. Ningún cambio es factible, si quienes lo tienen que afrontar son las mismas personas que propiciaron su necesidad.

Pensaba, y sigo pensando, que sólo un nuevo proyecto solvente, sólido y creíble puede ser el revulsivo para recuperar la confianza de la sociedad progresista andaluza, huyendo del gobierno de las derechas, apoyado por la extrema derecha, que olvida los conceptos de igualdad y de lo público, practicando políticas neoliberales de apuesta por el libre mercado y olvidando a los colectivos más desfavorecidos.

Pensaba, y sigo pensando, que los socialistas debemos ser autocríticos.  Creo que la lealtad es decir lo que se piensa, con el objetivo de mejorar. El menos leal, es quien pelotea al responsable político de turno, para intentar conseguir un puestecillo en una institución pública.  De esos hay demasiados en todos los partidos y sobran todos.

Y con esa lealtad, afirmo que Susana Díaz es un activo muy importante para el partido socialista, que es necesario seguir contando con su experiencia política, pero también estoy convencido que debe dar un paso atrás en el liderazgo del PSOE-A.  Si en las últimas elecciones se perdieron 400.000 votos, el 30 % del apoyo electoral, si se perdió por primera vez el gobierno de la Junta de Andalucía, algún cambio de estrategia y de personas habrá que realizar.

Pensaba, y sigo pensando, que el PSOE de Andalucía o se regenera o vegeta.

 

Rafa Fuentes, es doctor en Ciencias Económicas y Empresariales y miembro del Comité Director del PSOE de Andalucía.