lunes, 28 de marzo de 2016

Amigo Nando




Hace unos veinte años necesitaba dos libros de Málaga para hacer un regalo a una visita institucional. No los encontraba por ningún sitio y recurrí a ti, que en aquel entonces solo éramos conocidos. Me enviaste una caja con cinco libros.

Te llamé para darte las gracias y me dijiste "para lo que necesites, aquí me tienes". Y fue verdad.

Desde entonces no me has fallado nunca, siempre has estado cuando te necesitaba, siempre estabas dispuesto a dar, a ofrecer lo que tenías.

Desde aquel entonces, he comprobado como la amistad era para ti algo esencial. Para ti era necesario saber que tus amigos estuvieran bien, que no le faltara de nada.

Todos los que estamos aquí hemos sentido tu cariño, tu amistad, tu amor, tu dar y no querer recibir, para no molestar. Sí, siempre estabas dispuesto a dar, y nunca estabas dispuesto a recibir.

Hasta en tus últimos meses, no querías que nos molestáramos en ir a verte, y siempre contestabas que estabas bien, aunque tú sabías que esa maldita infección te estaba comiendo por dentro.

Tal ha sido tu disposición a dar, que en tus últimos días, con el dolor que padecías y que nos querías ocultar a todos, emprendiste un largo viaje para solucionar un problema, un problema que dejar solucionado para cuando te fueras. Así eras, amigo, y así te recordaremos.

Es demasiado difícil encontrar un ejemplo como el que tú nos has dado, tanto en los momentos de felicidad, como en los últimos momentos de sufrimiento.

Nando, he aprendido de ti muchas cosas, la responsabilidad; el amor por la familia; dar a cambio de nada; disfrutar de una conversación; dejar que los tuyos sigan su vida, sabiendo que siempre ibas a estar para lo que necesitaran; el trabajo bien hecho; y la amistad, la verdadera amistad.

Siempre estabas dispuesto a ayudarnos a organizar un viaje, a decirnos donde podíamos ir a comer bien, a quien podíamos llamar de tu parte para que nos ayudara en cualquier cosa. Siempre estabas dispuesto a apoyarnos cuando lo necesitábamos.

Disfrutaba contigo, disfrutábamos contigo, con tus ganas de reír, con tus ganas de ayudar, con tu disposición a lo que fuera, con esos detalles insignificantes pero que solo eras tú capaz de tener.

Recuerdo como una vez te dije que llevabas un jersey muy bonito. A los dos días fuiste a buscarme y me diste una bolsa, con el jersey que hoy llevo puesto, y me dijiste que fuera pensando en vestir bien, en vez de ir disfrazado.

Has sido un pilar fundamental en mi vida, en nuestras vidas y te has ido demasiado pronto, quizás por las inmensas ganas que tenías de volver a ver a Marlen y a los amigos que poco a poco nos han ido dejando.

Quiero seguir aprendiendo de ti, y aunque no pueda disfrutar de tu presencia, me quedan esos imborrables momentos vividos juntos. Cerraré los ojos y me acordaré de ti y de tu ejemplo, y ojalá sepa seguirlo.

Has dejado a un nieto que te adoraba, y a una nieta a la que no le ha dado tiempo a quererte.

Has dejado a tus hijos que te admiraban como padre y como persona, que te amaban, y que siempre sabían que si algo les iba mal en sus vidas, te tenían a ti para poder recurrir y solucionar cualquier cosa.

Tu principal preocupación era la felicidad de Ruth y Nandito, siempre me lo decías, y siempre estabas dispuesto a lo que fuera por ellos.

Nos has dejado huérfanos y la vida nos enseña que nos reponemos de estos hachazos. Pero que sepa esa vida, que aunque nos ha dejado sin ti, siempre te tendré conmigo, que cuando piense en la amistad o le intente transmitir a mis hijos lo que es la amistad, pensaré en ti y te pondré como ejemplo.

Queremos seguir disfrutando de tu fuerte carácter y de tu corazón sensible. Queremos seguir disfrutándote los domingos en Cártama con la familia; en los foros turísticos que tanto te gustaban, aunque lo negaras; en los almuerzos en Los Manueles y en los paseos por Fuengirola.

Queremos seguir aprendiendo de lo que es la amistad, queremos seguir estando orgulloso del amigo que siempre decía la verdad, la verdad que muchos no nos atrevíamos a decir, pero que tú si eras capaz de pregonarla. Aunque bien decías, y te honraba por decirlo, que esa verdad no podías publicarla.

Nos has dejado a todos sin avisar, y eso es demasiado duro, hermano. Eso no se hace.

Pero ahora tienes que estar feliz, ahora estarás con el amor de tu vida, a quien has querido con locura y de quien nunca te has separado, ni en estos últimos años.

No te podré olvidar nunca, querido hermano, querido amigo. Te quiero y siempre te querré.


No hay comentarios:

Publicar un comentario